Préstamos y donaciones

By admin 6 años ago
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Préstamos y donaciones        por   José Toledo Ordóñez

Prensa Libre, Opiniones                                           29JL95

    El presidente De León Carpio obtuvo en una reunión sostenida por el Grupo Consultivo del Banco Mundial en París el día 21 de este mes, préstamos y donaciones por más de US$500 millones destinados a sostener el proceso de la paz. No vamos a discutir qué proporción fueron donaciones, ni si eran préstamos ya ofrecidos anteriormente, ni si son un hecho o solamente promesas de ayuda. Lo que discutiremos es el origen y los efectos de los préstamos y donaciones.

    La mayor parte de personas que se encuentran con un pordiosero en un semáforo tienen sentimientos encontrados. Dudan si la limosna va a ayudar al que

la pide. Usted puede ser rico y gastar toda su fortuna en dar limosnas. Cuando termine con su dinero los pordioseros seguirán teniendo hambre y probablemente

usted sea uno de ellos. La única forma en que verdaderamente se puede ayudar a un pobre es ayudándolo a producir. Esto se puede lograr educándolo o bien dándole trabajo, si es que ya conoce algún oficio. ¿Qué podemos decir de prestarle dinero? Puede ser de provecho si la persona está en capacidad de producir para pagar la deuda. De lo contrario le estaremos creando un problema mayor. El ejemplo del pordiosero es similar al de Guatemala. Por muy absurdo que parezca, en la mayor parte de los casos las donaciones son tan perjudiciales para el país como los préstamos.

    Veamos un ejemplo de donación. Bajo el programa PL-480 el Gobierno de los Estados Unidos garantiza a sus agricultores, a costillas de los otros ciudadanos,

un precio determinado por el trigo, el maíz y la leche.  Cuando hay excedentes los compra y envía a países pobres como ayuda humanitaria. Al aumentar la oferta

de alimentos básicos en estos países, el precio baja y muchos productores van a La quiebra. Cuando se acaba el grano, los que lo disfrutaron tienen hambre

nuevamente pero ahora los acompañan los productores que quebraron. ¿Por qué no enseñarles a cultivar a los que tienen hambre, en lugar de ponerles competencia desleal a los que ya se ganaban la vida? Tal vez una de las razones sea la Enmienda Bumpers a la Ley de Asistencia Externa promulgada en 1986 en los E.E.

UU., prohibiendo ayuda técnica en agricultura a países que tengan productos agrícolas que compitan con los de ellos. Esto es mercantilismo en el país que predica Ia libertad de empresa.

    En el caso del problema de la deuda externa, algunos todavía dudan si es la causa o el efecto del descalabro en las economías de Latinoamérica. A principios de los años 70 los Estados Unidos tenían excedentes de capital que comenzaron a colocar en estos países en forma de préstamos a bajo interés y con pocas garantías, con la excusa de financiar nuestro desarrollo. Muchos eran acompañados de una jugosa comisión para los funcionarios del país que los aceptaba. En 1974 los países árabes decretaron el embargo al petróleo y se

llenaron de lo que después se llamó petrodólares. Estos fueron a los E.E. UU. y luego encontraron colocación en el Tercer Mundo, convirtiéndose en nuevos préstamos. La crisis mundial de 1979 hizo bajar el petróleo y las materias primas. Como EE. UU. es un país industrializado y además uno de los mayores exportadores de materias primas, se vio en la necesidad de atraer capital para aumentar su liquidez. Los intereses se elevaron, subió el dólar y se redujeron los préstamos. ¿Qué país tercermundista podía aguantar esta clase de ayuda? Así nació el problema de la deuda, que en Latinoamérica rebasó los 400 millones de dólares y en el Tercer Mundo superó al billón español (un billón en España o en Inglaterra es un millón de millones; en EE. UU. es mil millones).

    Los préstamos eran malos, pero peor fue su destino. Muchos fueron empleados en financiar obras faraónicas sobrevaluadas. En otros casos no había capacidad de ejecución y el país al que se les otorgaban tenía que pagar una comisión de compromiso. Otros más, aunque parezca increíble, fueron usados para apoyar la balanza de pagos subsidiando las importaciones. Lo peor del capítulo de la deuda es que casi la mitad de estos préstamos financió la fuga de capitales de países del

Tercer Mundo a países con monedas duras.

    Los préstamos y donaciones que recibimos producen un ingreso artificial de dólares al país, distorsionando el mercado cambiario. Entonces nuestra moneda se revalúa y nuestros productos se vuelven más caros de exportar, mientras que al turista le cuesta más caro venir a Guatemala. El resultado es que perdemos empleos y perjudicamos al ciudadano que verdaderamente está produciendo.

    Si dividimos los casi tres mil millones de dólares que deben el Gobierno y sus instituciones entre los 8.2 millones de habitantes (nueva cifra) que tiene nuestro

país, nos da un promedio de deuda de 366 dólares por persona, o bien 2,104 quetzales. A usted nadie le pidió opinión, pero no importando si es rico, pobre,

niño o anciano retirado tendrá que pagar su parte Con la clase de dirigentes que tenemos, si nos condonaran v la totalidad de la deuda en pocos años estaríamos

endeudados nuevamente. Tenemos vocación de deudores.

    Los préstamos y donaciones son concedidos como un gran favor y a cambio tenemos que aceptar todo tipo de injerencia en nuestros asuntos internos. Esto

es perder la dignidad. La única ayuda (si se le quiere llamar así) que debemos pedir a los países desarrollados es igualdad de condiciones para que nuestros productos puedan competir en el mercado internacional. En el caso de Guatemala, debemos pedir también que cese la campaña negra de publicidad proveniente principalmente de Europa, para que el turismo pueda desarrollarse libremente.

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  Economía
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