MANIFIESTO

By admin 3 años ago
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Creacionismo:
nuevo estado de conciencia

El arte no puede ser moderno, lo que tiene que ser es eterno.
Egon Schiele

 

Los excesos cometidos en el arte contemporáneo lo han llevado a un estado de anarquía y confusión. Diferentes autores proclaman el postarte, el antiarte y, en el peor de los casos, la muerte del arte. Algunos lo proponen apocalípticamente. Arthur Danto argumenta que el fin del arte no significa que no se produzca más, sino que se hace sin ningún tipo de narrativa que pueda ser considerada como la etapa siguiente. No hay un estilo identificable. No hay un periodo estilístico. Donald Kuspit se refiere con ironía a la instalación que DamienHirst montó en la Galería Mayfair de Nueva York. Tazas de café y botellas de cerveza medio vacías, ceniceros con colillas y otras cosas. El conserje tiró todo al día siguiente. La obra valuada en cientos de miles de dólares desapareció.

La mayoría de autores distinguen tres grandes épocas en el arte: 1. El arte premoderno o de los grandes maestros que realizaban pintura representacional y utilizaban el arte como una ventana al mundo; 2. El arte moderno, en que la representación mimética se vuelve secundaria hasta llegar al abstracto, donde la pintura vale por sí misma. Es la era de los manifiestos. El manifiesto define un movimiento, un estilo y lo proclama como el único tipo de arte que importa; 3. El arte contemporáneo, que muchos sitúan a partir de finales de los años sesenta, en que todo se vale; cualquier objeto puede ser considerado una obra de arte. El colmo fue la aparición de las latas con excremento de Piero Manzoni.

Jerry Saltz sostiene que el 85 por ciento del nuevo arte contemporáneo es malo. Don Thompson va más allá; sentencia que la mayor parte de la gente responde de manera positiva a una de cada cien obras y le disgusta seriamente casi todo lo demás.

En nuestro medio las obras de arte inevitablemente se reducen a la condición de mercancía. Los vendedores de arte se hacen llamar galeristas porque la palabra «vendedor» implica que trabajan por dinero. Esto es hipocresía pura. Si la obra no se vende, el artista y el vendedor no comen y la obra no circula.

Los compradores de arte contemporáneo llegan a las subastas por esnobismo y compran por posicionamiento. Dividen las obras en dos: las que pueden colgar en su casa y las que no. En las subastas el valor de mercado es contaminado por motivaciones tales como estatus, competencia, publicidad y sobre todo ego. El precio de las obras es cada vez más alto y su valor más bajo. La mayoría de artistas que vendieron a precios récord hace diez años ya no están. Esto no impide que muchos compren arte argumentando que es una buena inversión.

El público llega por imitación a los llamados museos de arte contemporáneo. La poca afluencia de personas hace que necesiten ser subsidiados, lastimosamente con el dinero de los contribuyentes.

Los artistas contemporáneos pueden dividirse en dos grandes grupos: los visuales y los conceptuales. En el arte conceptual la idea prevalece sobre la realización material de la obra, hasta llegar al punto de considerarla superflua. La belleza se considera superada. Se hace necesario exterminar el arte estético para ocupar su lugar. Los primeros artistas conceptuales eran académicos e hicieron buenas propuestas, como los mapas bordados de AlighieroBoetti. También malas, como el performance de Vito Acconci, que se masturbaba debajo de una tarima de madera sobre la cual caminaba el público. Hoy en día en el arte conceptual dominan la mediocridad, la impericia y la negatividad. Es refugio de pseudoartistas que no saben pintar, dibujar ni esculpir. Genera una sensación de comunidad alrededor de una especie de religión o canal existencial para ateos cuya única aspiración es un poco de trascendencia.

El arte es antes que todo expresión y no forzada representación. La expresión y no la técnica es el significado de la obra. Podemos reconocer el estilo en el sentido de una técnica característica, pero al artista lo entendemos por el carácter de sus ideas o la fuerza de sus sentimientos. De ahí la importancia del concepto, pero no al punto de negar la representación real de la obra y pretender que la belleza está superada. Hoy se busca la esencia del arte en cualquier lado menos donde ha estado siempre: en la belleza.

José Javier Esparza nos habla de ocho pecados capitales del arte contemporáneo. Para comenzar debería llamarlos pecados del antiarte o postarte —como lo bautizó Allan Kaprow— y no legitimar lo que hoy se hace llamar arte.

Esparza denuncia un arte que busca obsesivamente la novedad como un fin y termina entregado a la simple experimentación; arte que si no se entiende, mejor; si se entiende, el artista cree que ha fracasado. Arte que se hace sobre cualquier tipo de soporte hasta volverse insoportable; arte efímero que no se puede llevar a casa. Arte que aparenta ser subversivo cuando está subvencionado por políticos que se sienten muy modernos apoyándolo inconsultamente con el dinero del pueblo. Arte hecho por artistas que sólo valoran su propio yo y terminan sin entenderse a sí mismos. Arte que destierra la belleza por considerarla un concepto retrógrado y perverso. Dejé al final el peor de los pecados: abrazar el nihilismo en un afán por destruir cualquier referencia sólida y estable. La negación de todo principio y autoridad, de las instituciones políticas, religiosas, sociales, familiares. Me pregunto si es ése el mundo que queremos para nuestros hijos.

A los pecados que menciona Esparza quiero añadir otro: al negar el arte estético y aceptar sólo la parte conceptual, los pseudoartistas lo que hacen es entregar el arte a una filosofía bastante superficial. ¿Con qué derecho lo hacen? Ellos no pueden hablar en nombre de los verdaderos artistas. El arte es de quien lo trabaja. La fotografía y el cine se establecieron sólidamente como artes el siglo pasado. Los pseudoartistas pretenden hacer valer como arte experimentos de filosofía, teatro, cine y fotografía, entre otros, como si cada arte se pudiera dividir en categorías.

Coincido con Kuspit cuando nos asevera que no es correcto hablar del declive ni mucho menos del fin de la pintura. La teoría de Kuspit es que prevalecerán los nuevos maestros antiguos, gente que domina el oficio, pero también tiene una dimensión conceptual que integra ideas y técnicas de los antiguos maestros con las de los maestros modernos.

La crítica debe comprender, valorar, comparar, informar. Lo que no debe hacer es encasillar a los artistas en estilos como un pretexto para ordenar la historia del arte, como si el estilo fuera lo más importante. En todo movimiento ha habido importantes artistas que no son clasificables.

El arte es el hombre también. Expreso lo que soy por medio de las tres grandes pasiones de mi vida: los automóviles, los animales y el arte. Transmito el amor y respeto que siento por la creación: la fauna, la flora y el hombre, representados en las series Bestiario, Bosque Urbano y Ciudades Utópicas. Dios nos dio el mundo para señorearlo. Esto significa administrarlo, respetarlo, conservar sus recursos. Mi mensaje va en contra de la destrucción de la naturaleza, la degradación de las relaciones humanas y la destrucción del arte mismo asociado a la verdad y a los valores humanos. Desde la tribuna de la Fundación Mario Monteforte Toledo promovemos arte y literatura con estos principios.

No es casualidad que hayamos hecho este llamamiento por primera vez en el Museo José Luis Cuevas, maestro que con su dibujo rico en brutales gestos desnuda el alma de las personas y retrata con estética la angustia del hombre y la degradación de la raza humana en un mundo déspota y prostituido.

Todo esto lo resumimos hoy en una sola propuesta: el creacionismo. Éste no es un manifiesto, porque los manifiestos siempre fueron descalificadores. Éste es un llamado a un nuevo estado de conciencia evolutivo, incluyente, al respeto a la creación de Dios, la restauración de las relaciones humanas y la vuelta del arte a la estética. Una solución simple, pero poderosa.

Los artistas nos declaramos libres. Libres de los pseudoartistas que quieren entregar el arte a la filosofía. Libres de los críticos que nos quieren encerrar en estilos. Libres de los agentes que contaminan el mercado del arte.

Proponemos un arte que nazca de los artistas y no de los críticos, curadores y galeristas. Un arte incluyente que tome lo bueno de las manifestaciones estéticas de la historia, lejos de la clausura de los movimientos.

Que acepte lo horrendo y lo grotesco, pero representado con estética. Que acepte el objeto encontrado como parte de la composición, pero no como una obra de arte en sí por simple declaración. Esto es apropiarse del trabajo de otro. Que acepte la multiplicidad de técnicas y medios de expresión como parte del proceso creativo. Que evolucione constantemente, sin pasar por etapas. Que haga valer el concepto sin negar la representación. Que reconozca la belleza como única esencia del arte, aunada a la verdad y los valores humanos.

Hoy los artistas dejamos de ser espectadores y alzamos la voz, de ahí el nombre de Esculturas peligrosas de esta exposición, porque la verdad hiere y la búsqueda de la libertad amenaza a los que detentan privilegios.

Hoy, con la ayuda de todos ustedes, ese péndulo que es el camino del arte se detiene e inicia el regreso hacia el arte ético y estético.

José Toledo Ordóñez

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