PRESENCIA DE LAS PROPUESTAS ESCULTÓRICAS DE JOSÉ TOLEDO ORDÓÑEZ
TODO LO PUEDE EL QUE DA Y NO SE QUEDA CON LO QUE HA RECIBIDO
-JL Perdomo Orellana
El arte crea un nexo entre alma e intelecto,
entre lo inmortal y lo terrenal.
Quien reniega del alma y de la inmortalidad,
degrada el arte a mera decoración,
a inversión suntuaria del capital,
a pieza de museo o juguete de intelectuales esnobistas.
E.W. HEINE, El nuevo nómada
En cinco diálogos clásicos que la agencia Beta Press distribuyó en periódicos latinoamericanos y españoles, Ernesto Sabato detuvo la escritura de sus novelas y ensayos, tan clásicos como sus conversaciones, para abordar en estos términos la pintura y el arte en general:
—No hay que creer que los siglos terminan al mismo tiempo para todos, al son de un silbato…
—Las grandes convulsiones espirituales son presentidas por los artistas y pensadores más perceptivos y sensibles…
—El gran artista es rebelde por naturaleza (se hace arte, es decir “otra” realidad, porque ésta en que vivimos le choca o le repugna al hombre sensible), y así, frecuentemente, lo que hace resulta indignante para el hombre corriente…
—El lenguaje corriente nos deja en la orfandad, sin podernos hacer comprender, trayendo los mayores equívocos, los más tristes desencuentros y finalmente la soledad más absoluta…
—Hay ciertos denominadores comunes entre todas las actividades estéticas. Ritmos, masas, proporciones, equilibrios, contrastes, consonancias y disonancias, claros y oscuros…
—El arte se lleva a cabo con todo el cuerpo y fundamentalmente con la sensibilidad, las “razones del corazón”…
—Jamás un gran artista sigue la moda: por el contrario es un rebelde que se levanta contra todas las complacencias que se acostumbran en los ambientes elegantes. Decía Herbert Read que el arte es una actividad grave, cuyo fin no consiste en divertir sino en vitalizar.
Por allá del año 1994 del siglo XX (que muchos han llegado a jurar que no existió porque no existía el prostibulario feisbukero), en una de las paredes más altas del aeropuerto de Barajas —en el cual aún había policías españoles que le decían a uno “Bienvenido a tu patria”— lo primero que veían los viajeros que tenían ojos y veían eran alrededor de nueve líneas de un poema de Mario Monteforte Toledo reiterando la benevolencia de las sangres mezclándose para llegar a nexos milenarios.
Lo más seguro es que de aquellas líneas monteforteanas hoy sólo quede un palimpsesto, o tal vez ni éste, debido a la vocación mundial por agregar fealdad en todos los aeropuertos del mundo para estar a tono con la fealdad interior y exterior de sus usuarios prepotentes.
Da igual.
A Don Mario y a sus lectores nos da igual: para eso aún tenemos memoria. Para recordar sus páginas, no necesitamos de paredes de aeropuerto.
En añejos diálogos insuperables que sostuvieron los Maestros de maestros Mathias Goeritz y Monteforte Toledo en el México de los también remotos años ochenta del siglo XX, uno desde la escritura cincelada sobre el viento y el otro desde la escritura a mano sobre papel, nos dejaron fe de algunas de sus certidumbres compartidas:
—Lo que parece próximo a caer no se cae…
—Ninguna ciudad es viable si no se piensa globalmente, y ningún gran arte es viable si no se piensa como parte de la ciudad o, en el caso de los antiguos mexicanos, como parte de un centro ceremonial…
—México fue y sigue siendo una escultura, una gigantesca escultura horizontal. Esculturas parecen muchos de sus habitantes, y hasta los automóviles, por más que, como las piezas de Calder, se muevan…
—Su originalidad está en ser parte de edificios y al mismo tiempo “poemas plásticos”, monumentos tributados a Dios…
—El propósito de que las esculturas tuvieran sentido al verlas pasando de prisa en auto se ha cumplido cada vez menos, a causa del congestionamiento del tráfico…
—Eso no es de extrañar en Latinoamérica, donde se han construido puentes sobre ríos que se acaban en un año y presas para hidroeléctricas adonde nunca llegó el agua…
—La arquitectura es escultura… Por ahora me obsesiona la escultura pública, grande y de formas esenciales, entre otras razones porque se ve…
—Las estelas son esculturas grandes y están diseminadas, distanciadas para que se entiendan a la vez como conjuntos y como obras aisladas…
—Al arte y a la sociedad les falta su sentido fundamental: la espiritualidad…
—Arte es creencia y fe y servicio…
Desde hace alrededor de un año, lo primero que ven los viajeros a punto de salir de Guatemala, subiendo o bajando gradas eléctricas o estáticas, es una de las propuestas escultóricas de José Toledo Ordóñez (sobrino, hermano y padre de Mario Monteforte Toledo en más de una ocasión).
En una pared rectangular del aeropuerto La Aurora, iluminada a cuentagotas, una placa avisa:
QUAUHTLEMALLAN
De la serie Bosque Urbano
2013
Por
José Toledo Ordóñez
Inmediatamente después del nombre del autor, aparece su firma y esta indicación: “No busco la monumentalidad de las piezas por sus grandes proporciones sino por la energía que contienen y la espiritualidad que emana de ellas”.
Aeropuerto Barajas/Madrid—La Aurora/Guatemala, unidos por fragmentos de las propuestas creativas de Monteforte Toledo y de Toledo Ordóñez.
Como el mismo José Toledo Ordóñez dice, aquí no se trata de casualidades. Aquí se trata de diosidades.
La obra de José Toledo Ordóñez —que despega hace cuatro años, pero que venía posesionándose desde mucho antes— inicia en Guatemala pero no concluye aquí (como le gustaría inmensamente a los activistas de La Cofradía del Hasta Aquí Llegaste).
A partir de las diosidades anotadas por él mismo y apuntaladas por la creencia, la fe y el servicio conversados por Mathias Goeritz y Mario Monteforte Toledo, las propuestas escultóricas de Toledo Ordóñez no se quedaron en lo que podrían llamarse las coordenadas guatemaltecas:
—Sus Arbustos Haciéndose los Interesantes siguen haciéndose los interesantes en San José, Costa Rica.
—Su Árbol al que le Estallaron las Ideas y su Árbol en Expansión alargaron su brillo y su sombra hasta llegar al Washington estadounidense.
—Su Ángel de la Paz desplegó las alas hasta arribar al Jardín de Esculturas del Museo de las Américas en el mismo Washington.
—Su Ángel de las Olas del Mar continúa sacudiéndose el agua frente a la Galería 1-2-3 en San Salvador.
De regreso en Guatemala, la presencia urbana de las propuestas creativas de José Toledo Ordóñez está vigente a diario en:
—El Paraninfo de la heroica Universidad de San Carlos de Guatemala: Del Caos deviene el Orden.
—La Galería de Arte Latinoamericano Ana Lucía Gómez: Satélite ALG 2604.
—La Plaza de La Luz, Edificio OEG: Ciudad Consciente de Sí Misma.
—El hoy llamado Paseo de la Sexta, en la zona 1 capitalina: El Grito y Taurus.
—Santo Domingo del Cerro, Hotel Museo Casa Santo Domingo, Antigua Guatemala: Síntesis Neurológica de la Abstracción en el Eterno Conflicto Conceptual entre la Percepción y Representación.
Otra geografía fundamental para la presencia creativa de la obra de José Toledo Ordóñez ha sido, por supuesto y como es natural, la República Mexicana. Así lo indican, entre otras, sus exposiciones realizadas hace unos cuantos años y las retrospectivas abiertas hace unos días. Allá están:
—Su Ángel de la Paz (Circuito de las Naciones, Boulevard del Puerto Aéreo Benito Juárez).
—El Grito (en el Museo de Arte Contemporáneo del Centro Cultural de Chiapas, Jaime Sabines, Tuxtla Gutiérrez).
—Su Nudo Neurológico al Final del Arco Iris (en el Centro Cultural de la Delegación Venustiano Carranza, DF).
—Su Ángel de la Paz (en la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México).
—Sus retrospectivas de Escultura Urbana en el Seminario de Cultura Mexicana y en el Campus de la UNAM en Querétaro.
Entre sus más sentidos homenajes a sus amigos y maestros, comandados por Efraín Recinos, están sus Ángeles. A la vez que, para “representar de manera abstracta el proceso que conlleva el origen de una idea y cómo se genera en el interior del cerebro de un creativo” Toledo Ordóñez planteó el concepto, realizó el diseño y produjo “el nuevo reconocimiento” conocido como los Premios Jade.
En sus proyectos a punto de ser cristalizados o cristalizándose en este instante, ahí están su Arbusto Jefe para el Boulevard Rafael Landívar en la zona 16, su Instante para una universidad privada y su Ángel de los Inmigrantes para el Mac Arthur Park en Los Ángeles, California.
Cualquiera llegaría exhausto hasta ahí y se quedaría quieto, por lo menos hasta el año siguiente. Cualquiera se conformaría con agregar a su obra unos haikus, esa “serie de poemas escultóricos originados en La Sombra del Viento, un libro de juventud a cuya escritura lo llevó la influencia del poeta colombiano Octavio Amórtegui”. Para cualquiera sería más que suficiente haber orquestado 15 esculturas públicas y casi 30 exposiciones individuales en Amsterdam, Ginebra, La Haya, París, México, Estados Unidos y América Central.
Para Toledo Ordóñez no lo es: hace ocho días, a su presencia mexicana añadió su Fuente de Vida en el Boulevard de la Amistad, en Tapachula, Chiapas.
Normal, tratándose de alguien que en sus nombres y apellidos hace que confluyan fortaleza de carácter, bondad incluso hacia los desertores de la amistad, un trato respetuoso hacia el acero y el cobre, tiempo para los demás pese a las agendas saturadas, subversión en sus estéticas, un decreto en el nombre de Dios en pleno Museo José Luis Cuevas, un llamado a un nuevo estado de conciencia evolutivo, rechazo a cualquier tipo de monopolios, enemistad real hacia los privilegios inmerecidos, movimiento incesante ante la quietud, orden y disciplina, vorágines de ideas que mantienen a raya cualquier asomo invasivo de la soledad, energía y espiritualidad, negación ante toda complacencia.
José Toledo Ordóñez, en palabras de Carlos Humberto López Barrios: discurso alejado de modas, la manifestación silenciosa de la divinidad, alegría, danza, comunión, arte contra la destrucción de la naturaleza y contra la degradación de las relaciones humanas, narrativa vital, dominio de los materiales y entendimiento, ductilidad y soltura, más silencio y más alegría.
José Toledo Ordóñez, en palabras de Maurizio Colombo: rescate de objetos que el resto de la sociedad descarta, restitución de una nueva dignidad, mensaje de confianza, alivio de laceraciones, ecológica sensibilidad, garbo estético, la maravilla de maravillar y maravillarse, propuestas inteligentes para sanar las profundas heridas metropolitanas.
José Pepo Toledo, en suma: arte con creencia, con fe, al servicio de los que quieran tocar esculturas diseminadas al aire libre y ser tocados por éstas.
He ahí la alta peligrosidad de sus propuestas.
He ahí la omnipresencia de quienes, como él, todo lo pueden porque no se quedan con lo que han recibido.