“Pepo” Toledo: un artista para la controversia
El escultor José Toledo Ordóñez celebra por estos días los diez años de su trayectoria.
FECHA DE PUBLICACIÓN: 20-07-20
Desde la filosofía entendemos que el así denominado principio de contradicción es un enunciado consistente en reconocer la imposibilidad de que, al mismo tiempo, algo sea y no sea. Vale decir que no es posible que dos proposiciones sean verdaderas a un mismo tiempo, si una niega lo que la otra afirma. No obstante, el ser humano pareciera tener una enorme facilidad para desdecirse, no solamente de palabra, sino de hecho. Una aseveración que hacemos en un momento, justo al siguiente la negamos con otra que le es contraria, o incluso con acciones, que le son totalmente opuestas. Por lo mismo, pienso que si de pronto un alienígena me pidiera definir al ser humano en una palabra, yo elegiría el vocablo “contradictorio”. Así somos en buena medida los humanos; nos contradecimos a cada vuelta.
Diferente es el caso de ser “controversial”, que el diccionario define como aquello que es objeto de discusión y da lugar a opiniones contrapuestas. He allí a José Toledo Ordóñez: controversial. Sucede que no se contradice. Está claro en sus ideas y propósitos. Es más, los persigue, decidido a hacer saber lo que le anima y lo que se propone realizar con lo que sueña. Por eso se lanza, con razonamiento previo y con una estrategia meditada. Pero actúa sin mucho miramiento ni rodeos inútiles en todos sus emprendimientos. La parsimonia no es una de las características de Pepo Toledo. Ciertamente, no intenta quedar bien, más que con una noción fundamental: la de ser honesto. De ese modo resulta satisfaciendo la exigencia moral de ser fiel a sí mismo, pero también la exigencia ética de buscar un bien que va más allá de sus meras conveniencias y sus propios intereses. Esto es lo que, asaz irónicamente, lo convierte en un artista para la controversia, a partir del momento en que surge como escultor, cosa que en su caso no se da desde la juventud impulsiva ni desde la academia, sino a partir de un proyecto madurado, producto de la reflexión y de experiencias acumuladas ya en buena cuantía.
Escultura industrial
Es así como lo conocí, en lo personal y también al inicio de su carrera como exponente de una escultura industrial, hace exactamente una década. Digo “industrial” en un sentido abarcador, porque Pepo rebasa la simple noción actual de que la industria constituye la transformación de la materia natural con el objetivo de obtener un bien de consumo… y retoma el concepto de aquella “actividad sutil e ingeniosa”, aquella que construye adentro de la mente, lo que después erige a la vista de los demás. Toda esa industria, tras años de fructífero quehacer como promotor cultural, a más de su formación como economista, experto en mecánica automotriz y extraordinario coleccionista de arte guatemalteco, sin cesar en el franco apoyo que le brinda a los artistas con los que generosamente ha compartido conocimientos, percepciones, inquietudes y, bueno… la solución de necesidades prácticas.
¿Tiene José Toledo Ordóñez necesidad de reconocimiento? ¿Está lastrado con una vanidad que lo lleva a exponerse –no únicamente a exponer– en espacios amplios y abiertos, para satisfacer su ego? Me parece que no, y la explicación es simple: Toledo Ordóñez busca la atención y el interés del gran público, pero no piensa ni actúa en pequeño. Esta es justamente la diferencia con el vanidoso, que anhela figurar, pero que no piensa en grande y, como consecuencia, tampoco logra actuar en grande. Pepo está dispuesto a correr el riesgo estético, e incluso logístico, implicado en diseñar, construir e instalar una escultura de buen tamaño en un edificio o en una plaza. Este último riesgo es una consideración especialmente pertinente para un escultor, si nos atenemos a una etimología del término “logística”, que proviene de la palabra “alojar”. Vaya si no tiene que hacerse de alojamiento un escultor que trabaja piezas de buen tamaño, no desarmables, en materiales pesados, que a una misma vez son bulto… y arte. Fardo… y expresión estética. Presencia material… y significado inmaterial. Lo voluminoso y lo intangible.
En movimiento
En definitiva, es innecesario abundar acerca del número de exposiciones en las que ha participado Pepo, la cantidad de esculturas que en cuestión de unos años ha inaugurado en una decena de países y la enorme movilidad que le ha otorgado a sus piezas a fin de que las conozca el espectador de a pie. Tampoco voy a concentrarme en los lineamientos que declara como ejes rectores de su visión artística (y a los que me resisto en tantos aspectos, como los comparto en algunos otros). Su manifiesto personal deviene en otro motivo para la controversia y, sin duda, no le asegura la simpatía automática de curadores, galeristas, gestores y críticos; sencillamente, convierte la contemplación de su obra en… más interesante.
Lo que vengo a dejar, a guisa de provocación, es una invitación: enfrentar la escultura urbana de este artista guatemalteco. Ocurre que, como buen tecnólogo, el maestro Toledo Ordóñez se auxilia de navíos bien armados y bastante convencionales. Sin embargo, los emplea para navegar contracorriente. Quizás es en su visión acerca de lo que él llama la energía prisionera y la energía liberada, donde Pepo resume mejor esa trayectoria. El vacío envuelto y el contenedor que lo envuelve. Ambos se definen y se califican mutuamente. A pesar de eso, ni el vacío se ve realmente envuelto, ni el contenedor lo envuelve inexorablemente porque, en Toledo Ordóñez, el cuerpo de la escultura no es una masa impenetrable. Se trata, tal como él mismo lo advierte, de planos y líneas. Esos planos y esas líneas juegan con el espacio, el interior y el exterior. Si nos dejamos llevar, veremos que ambos se ven puestos en evidencia por la escultura, como para separarlos; pero, por lo mismo, los termina uniendo –justamente en la pieza que el escultor ha creado–.