Insinuar y no Exponer
La poesía no se razona. Como no se razona un perfume. Como no se razona una melodía. Es algo evocador, sugerente. La misión del poeta no es exponer, es la de insinuar. Los poemas son para recrearlos en nuestra mente. Y tan sólo degustándolos entre líneas se percibe todo su encanto.
La poesía no se piensa, se siente. Se siente allá, en el laberinto del corazón que al decir de Pascal «posee razones que la razón desconoce». La poesía, como Anadiodema, surge castamente desnuda de las ondas del sentimiento, sin preciosos velos inútiles. Y tan pura es que sólo suele dar a luz en la soledad.
«El que no sabe crear, adorna». Por ello nada es tan grato como la poesía que ha hecho voto de pobreza y se despoja de todas sus pompas y vanidades. Tal es la poesía de José Toledo Ordóñez.
Como en Rabindranath Tagore, el armonioso poeta bengalí, su verso no es más que una humilde flauta de caña que el Señor ha colmado con el soplo de su música infinita.
Octavio Amortegui