Los castillos de arena
El escultor que los arquitectos odian o aman.Por Maurizio Colombo
Ciudades Utópicas es el último esfuerzo creativo de José Toledo Ordoñez, quien como escultor se está convirtiendo en un debate cultural muy interesante, estimulante y sobretodo el inicio de una vivaz dialéctica teórica. Pepo Toledo incursiona de manera efímera en el área de la arquitectura, con una serie de esculturas que idealizan un mundo arquitectónico y urbanístico improbable desde el punto de vista de las leyes universales de la gravedad, pero con la licencia del artista que puede crear y hacer todo sin obstáculos y censuras. Es un mundo imaginario, sin leyes de la física, para la envidia de cualquier arquitecto. La creatividad, la fantasía y la libertad de poder cambiar lo ya establecido, desafían la lógica de las leyes. Este es el mensaje de Pepo.
¿Utópico lo anterior? Entonces no tiene sentido buscar un pensamiento, una relación teórica, estética o critica, entre los edificios, la naturaleza o la ciudad: ¡Si la forma artística es absoluta, no es relativa a nada!
Tampoco entre edificio y espacio existe relación: el edificio es el espacio; el espacio (entonces la luz) es el verdadero material de construcción con lo cual el artista se exprime. El sueño supremo para Pepo es crear edificios que se substraen a todas las leyes naturales: que no tengan peso en el suelo, elevándose y levitando sin empujes aparentes; que no hagan pantallas sólidas a la luz, sin proyectar sombras. Más que una masa ascendente hacia el cielo, una estructura que sublima en el cielo el espíritu de la ciudad.
En Ciudades Utópicas, Pepo opera con elegancia formal. Estudia con extrema cura las maneras para dar a la forma espacial una apariencia visible que no tenga el peso físico de la materia. Rompe la masa, poniendo en evidencia las líneas de fuerzas. Traduce el movimiento en frecuencia, la frecuencia en ritmo, un ballet en un dinamismo cinético de formas.
Pepo es muy atento a las formas, a los perfiles, a las posibles tensiones de los elementos de suportes, las cuales se aprecian, a pesar de las dimensiones de los bloques (proporcionales y en distintas escala en la exhibición), donde logra un efecto de inmaterialidad y de levitación tal, que la impresión o ilusión es que los edificios no pesan sobre el terreno y no reciben empuje desde abajo.
Se puede observar, cómo están perfiladas las esquinas, que a un tiempo, unen y separan los planos de manera que cada uno de ellos valga al mismo tiempo como superficie o diafragma, portando al límite extremo una proporcionalidad de horizontales y verticales.
Cabalmente, sin los límites de un equilibrio que los ojos y la mente observan sin estupor o turbamiento. En el juego ilusorio, el efecto formal es parecido a las imágenes reflejadas por un espejo roto.
No nos olvidamos que Pepo es primariamente un operador cultural, mecenas de las artes y catedrático conferencista en Teorías de la Estética, cargando una muy pesada mochila, llena de proyectos y experiencias en los campos de la lucha por el ambiente, automovilismo, cine, literatura, periodismo, economía y zoología. También destacó en el área de Servicios Públicos como un bastión en la apertura de los mercados de Telecomunicaciones y Electricidad de Guatemala.
En esta última aventura, Pepo se pone otra vez en juego y le apuesta a la parte de la antítesis. Sea esta ciudad, edificio, plano regulador urbanístico, su fin es esforzarse en mejorar el mundo en el cual vivimos, devolviéndolo más claro, más racional, más comprensible y sobretodo más divertido y creativo.
Tal vez, como deseo, impulso natural de fantasía o nostalgia, Pepo desea regresarnos a su infancia en la playa y de manera pura y entusiasta presumir el mundo como era: la magia, el juego inocente y poético de los castillos de arena.